El 28 de diciembre de 2014 decidimos visitar la Isla Gorriti, frente a Punta del Este, para celebrar nuestro primer año de viajes. Las gaviotas y el lobo del puerto nos acompañaron en la espera para embarcar.
Unas horas más tarde, cuando regresamos, los lobos eran dos; y años después aprendimos sus nombres.
La ciudad de Punta del Este, bella entre la neblina de aquella mañana azul.
La llegada al pequeño puerto de la isla, y la sorpresa de encontrar un muelle de piedra, en lugar de uno de madera o de cemento, que era lo que yo esperaba.
Saliendo hacia el sur, desde la mesa que habíamos elegido para el almuerzo, pasamos por un largo trillo de hierba salpicada con petunias blancas silvestres. Y luego de una pequeña cuesta, encontramos una playa pedregosa, fondeadero de yates, abrazada por ambos lados por sendas puntas de piedra. En una de ellas, este señor, tomando sol, rodeado por su corte de gaviotas.
En la isla encontramos restos de construcciones de la época en que esta isla tenía importancia estratégica. Restos de un batallón, cañones, murallas de piedra.
Y por supuesto, construcciones nuevas. este es el antiguo parador, cerrado y clausurado en el momento de nuestra visita.
Los árboles y al fondo el mar. La naturaleza en todo su esplendor.
Un cuervo del lugar. Todavía (cinco años después) conservo la pluma que me dejó en el suelo.
Dan ganas de perderse entre estos árboles¿no?