Me animé. Llamé, pagué la excursión y me animé a ir sola con un grupo que no conocía. Que después se haya convertido en mi grupo preferido es otra historia. En ese momento... Mmm. Había que animarse.
Unos años atrás me había roto la rodilla en un accidente en moto. Eso me hizo estar cerca de 8 meses de licencia, sin poder caminar. Andaba a los saltitos, con el andador. Pero ese accidente me hizo entender que no se puede dejar para después. Que después, a lo mejor no llega. Así que empecé a hacer todas aquellas cosas que tenía en la bandeja de pendientes. Entre ellos, viajar. Y eso me lleva al motivo de este blog. Hace poco leí un artículo acerca de lo falsos que son algunos blogs de viajes, de cómo se manipulan las fotos (entre filtros y fotoshop) y de cómo con eso se pretende conseguir beneficios (hoteles gratis, etc). Yo no. Yo quiero compartir mi experiencia sin fotoshop. Así como lo vivimos. Así, tal como fue.
Y esta fue mi primera vez en la Quebrada de los Cuervos.
Era un día horrible. Lloviznaba, hacía frío. No mejoró. Pero las ganas que teníamos de ir no nos las sacaba ni el mal tiempo.
Lo que me sorprendió fue la flora. La cantidad de plantas silvestres floreciendo, la mayoría de las cuales no conocía.
El camino de piedra hacia el mirador.
Los carteles. La indecisión. ¿El mirador o el sendero? Hubiera dado cualquier cosa por hacer el sendero, pero me habían dicho que había una parte en la que había que descolgarse por un cable... y no. Con lluvia no.
Con el tiempo y los viajes, fuimos aprendiendo más de aves. En ese viaje aprendí a reconocer a las calandras. Todavía no sé qué era ese pajarito rojo brillante de la otra foto.
Las pasarelas mojadas por la lluvia. el silencio solo llenado por el piar de las aves. El olor del aire...
La llovizna en la quebrada.
En este viaje saqué alguna foto del arroyo Yerbal y de la panorámica que se ve desde el mirador... No las encuentro. Y sé que tengo mejores fotos de la siguiente vez que fuimos, que pudimos bajar y todo.
Comimos en la camioneta porque no paraba de llover. Cuando escampó, bajamos a las pasarelas del mirador. No bajamos a la quebrada por el mal tiempo. Y cuando volvíamos, más temprano de lo previsto, paramos en Treinta y Tres. Allí, en la plaza, salió el sol.
Más información en: https://www.mvotma.gub.uy/ambiente/conservacion-de-ecosistemas-y-biodiversidad/areas-protegidas/areas-protegidas/item/10006528-paisaje-protegido-quebrada-de-los-cuervos-treinta-y-tres
No hay comentarios:
Publicar un comentario